departamento de caldas

departamento de caldas
Region Andina

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pasillo

SUPERSTICIONES Y AGUEROS EN CALDAS

Cuando canta un cirirí (pajaro), se dice que alguien está “en agonías” o quien lo escucha va a ser testigo de una desgracia.
Cuando en un lugar se ven luces de color azul en las noches se dice que en ese lugar hay un entierro.
En relación con los sueños se dice que: soñarse con serpientes es estar metido en enredos, con agua es buena suerte.
Cuando hay una persona indeseada en la casa, se acostumbra parar la escoba detrás de la puerta para que se vaya.
Regar sal dentro de una casa es de mala suerte.
Romper un espejo, es señal de mala suerte.



LEYENDAS Y MITOS

La madremonte
Los campesinos describen a la Madremonte de diferentes formas: A veces aparece como una mujer musgosa y putrefacta, enraizada en los pantanos, que vive en los nacimientos de los riachuelos y cerca de grandes piedras. Generalmente aparece en zonas de marañas y maniguas, con árboles frondosos y en regiones selváticas.
Algunos la describen con ojos brotados como de candela, colmillos grandes como los de los sainos, manos largas y una impresionante expresión de furia. Anda vestida siempre con chamizos, hojas y bejucos. A veces aparece en los rastrojos convertida en una zarza tupida en movimiento que observa con rabia a los humanos que pasan por la selva o los montes.
La Madremonte ataca cuando hay grandes tempestades, vientos, inundaciones y borrascas que acaban con los sembrados, las cosechas y los ganados. Los campesinos cuentan que oyen sus bramidos y gritos infernales en noches tempestuosas y oscuras. A veces escuchan un quejido agudo, profundo y penetrante, el cual se expande misteriosamente en la manigua, en medio de los truenos, rayos y centellas. Algunos campesinos creen que las inundaciones y borrascas de los ríos se deben a que la Madremonte se está bañando en el nacimiento de las quebradas y por este motivo las aguas se enturbian.
Las múltiples descripciones encontradas muestran la riqueza fantástica con que pintan a este legendario ser que tiene una relación con el espíritu ecológico de los habitantes de los campos, cuando aún no se había despertado su afán desmedido de acabar con la selva para convertirla en inmensos caturrales o cultivos de pasto, donde los árboles dejaron de iluminar el paisaje con la soberbia de sus follajes reverdecidos.
La patasola
Algunos campesinos creen que la Patasola es la personificación de una madre que mató a su hijo y fue condenada a vagar por los montes. Otra versión muy popular dice que era una bella mujer muy pretendida por los hombres, pero por perversa y cruel, que se dio al libertinaje, y que por esta causa le amputaron la pierna con un hacha y la arrojaron al fuego en una hoguera hecha con tusas de maíz. La mujer murió como consecuencia de la mutilación, y desde entonces vaga por los matorrales de las montañas gritando lastimeramente en busca de consuelo.
Se enfurece cuando ve hombres cristianos, le disgusta encontrarse con el hacha, la tusa y la candela, odia la peinilla y el machete. Las personas, para resguardarse de ella, llevan perros u otros animales domésticos.
Si la Patasola aparece de improviso, hay que recordarle los objetos que sirvieron para amputarle su pierna: el hacha, las tres tusas y la candela.
El patetarro
Hombre de descomunal tamaño, terriblemente feo, sucio y desgreñado. Vive en los montes, le falta una pierna de la rodilla para abajo y él la ha reemplazado con un tarro de guadua, tarro que a la vez le sirve de letrina. Cuando está lleno de inmundicias lo derrama en algún sembrado y allí nacen gusaneras y plagas, las cosechas se malogran y los daños son incontables.
Su presencia por los campos es pestilente y se considera como anuncio de calamidad, muerte e inundaciones. Según las regiones aparece como deidad masculina o femenina. Sus gritos macabros o sus carcajadas histéricas son escuchadas en los socavones de las minas y en las hondonadas de los riachuelos, sobre todo en las noches lluviosas oscuras y tenebrosas. Su presencia es anunciada con el aullido de los perros, el movimiento de los árboles huracanados y el rozar intenso de la hojarasca. El patetarro predice inundaciones, crecidas de los ríos, devastación de las cosechas y símbolo de malos presagios.
El hojarasquín del monte
Protector de los bosques y animales selváticos. Aparece en figuras diversas antropomorfas o zoomorfas, con cuerpo musgoso, cubierto de líquenes y helechos. Algunos campesinos lo han visto como un “hombre árbol” en movimiento; otros como un monstruo con figura de mono gigante, peludo, con mucho musgo y hojas secas.
Cuando hay tala de bosques, destrucción de árboles o quema del medio natural, el hojarasquín del monte aparece en forma de tronco seco y queda oculto hasta cuando reverdece la floresta. Por ello muchos campesinos tienen respeto a los troncos secos en los bosques.
El hojarasquín hace perder a los caminantes en el bosque, sin embargo, cuando le cae bien una persona, le indica el camino para salir del bosque; por ello mucha gente lo invoca para pedirle ayuda en las montañas. Dicen los campesinos que sus huellas aparecen como rastros de pezuñas de venado o danta para despistar a los cazadores.
El mohán
Los campesinos creen que el Mohán es antropófago y le gusta especialmente la sangre de los niños de pecho, a quienes come asados en hogueras de hojarasca. Le gustan las mujeres bellas y jóvenes, principalmente las muchachas casaderas, a quienes persigue para llevarlas a los ríos.
Alrededor de los charcos y en los peñascos donde vive, custodia tesoros en oro, piedras preciosas y joyas. Algunos dicen que tiene un palacio subterráneo con muchos tesoros.



La llorona
Era una mulatita muy despabilada que habiendo tenido ilegítimo y no sabiendo qué camino tomar para no desmerecer ante los ojos de los suyos, decidió ahogar a la criatura una noche de luna. Victima de su remordimiento regresó al poco rato a buscar el hijo de sus entrañas y como loca recorría las orillas del río tratando de encontrarlo.
Desde entonces, en las noches de luna, se oye la voz de la llorona que grita y se lamenta buscando afanosamente a su hijo mientras dice “¡Aquí lo eche… aquí lo eche: ¿En dónde lo encontraré?!”.
Según los campesinos y aldeanos, la llorona es una mujer con rostro huesudo de calavera, ojos rojizos, cabellos desgreñados, vestiduras sucias y deshilachadas, que lleva en sus brazos a un niño muerto. Se distingue por sus lloriqueos angustiantes y profundos y sus gritos macabros.